Estabilidad de taludes en diques. Un ensayo a escala real en Holanda

Las cargas en coronación y la estabilidad de taludes no se llevan bien. Todos sabemos que no se deben colocar cargas en la coronación de un talud o al borde de una excavación… y todos sabemos que se colocan. A veces se trata del propio terreno excavado (“es que llevarlo más lejos es muy incómodo”) y otras de material acopiado (“es que tenerlo cerca es más cómodo”), pero la cuestión es que se hace.

Si hay un país preocupado por la estabilidad de taludes es Holanda. No tiene montañas, cierto, la máxima altura es de 321 msnm, pero tiene diques, muchísimos, y los diques tienen taludes, uno a cada lado.

La denominación oficial de Holanda es Países Bajos, y el nombre no se queda corto, son tan bajos que la viabilidad del 50% del territorio depende de su sistema de diques. La última vez que fallaron, en 1953, hubo más de 1.800 muertos y 70.000 evacuados, dando origen al ambicioso Plan Delta.

Visto lo anterior no resulta extraño que:

  1. La Universidad Técnica de Delft sea muy buena en geotecnia de suelos blandos
  2. Existan «fórmulas holandesas» para muchos ensayos de penetración
  3. Hayan creado un programa de elementos finitos para geotecnia, como el PLAXIS
  4. Tengan un campo de pruebas a escala real para estudiar y controlar la estabilidad de los diques, llamado IJkdijk (de ijken=calibrar y dijk=dique)
Estabilidad de taludes. Vista aérea del dique a escala real de IJkdijk

Pulsa sobre la imagen para ver mejor el dique antes de la rotura (Fuente: Siemens)

Como se suele decir, “en casa del herrero, cuchillo de palo”, ni siquiera los holandeses se libran de tener una torre inclinada por un fallo de cimentación, como es la torre inclinada Oude Kerk, en Delft, pero hoy quiero tratar el tema de los diques, porque, ¿qué se hace con un dique de pruebas? pues probarlo, evidentemente, ¿y cómo se prueba? pues creando una situación lo más parecida posible al caso real… y llevándolo al límite, en este caso, mediante cargas en coronación del talud, contenedores llenos de agua, más exactamente.

Estabilidad de taludes. Sección transversal del dique de pruebas de IJkdijk

El dique de la figura tiene (o tenía) 100 m de longitud, 30 m de anchura, 6 m de altura, núcleo de arena y espaldones de arcilla (1:1,5 y 1:2,5). El esquema del ensayo es muy simple, colocaron sensores por todas partes (inclinómetros, células, cámaras, GPS, LIDAR, infarrojos, etc), luego «jugaron» con los niveles piezométricos hasta alcanzar la situación más parecida a la realidad… y después llenaron de agua los contenedores de la parte superior.

La rotura se produjo el sábado 27 de septiembre de 2008, a las 16:02, hora local, y durante 42 horas grabaron más de 1 TB de información.

Estabilidad de taludes. Detalle del dique de IJkdijk, tras la rotura del talud

Pulsa sobre la imagen para ver mejor el dique después de la rotura (Fuente: Siemens)

Por cierto, el campo de pruebas está tan pegado a la frontera que si el dique hubiera caído un poco más lejos habrían tenido un conflicto internacional con Alemania (es broma… hay casi 50 metros de distancia, por lo menos).

La idea de esta entrada vino al ver el vídeo en The Landslide Blog.


Eduardo Alonso: «Las catástrofes y el progreso de la geotecnia»

He puesto ya por aquí dos discursos inaugurales de la Real Academia de Ingeniería, el de Aforismos Estructurales, de Javier Rui-Wamba (1998) y el de Uniones en Estructuras de Madera, de Ramón Argüelles (2010), creo que es hora de enlazar uno sobre geotecnia, el de Eduardo Alonso Pérez de Ágreda sobre Las Catástrofes y el Progreso de la Geotecnia del año 2005, todo un disfrute de lectura si, como a mi, te gustan la geotecnia y la historia a partes iguales.

Alonso, profesor en la ETSICCP de la UPC, disecciona de un modo notable tres paradigmas clásicos de la mecánica de suelos: la ley de resistencia a esfuerzo cortante de Coulomb (s. XVIII), el principio de tensiones efectivas de Terzaghi (~1936) y el modelo de estado crítico (~1968), aprovechando el recorrido histórico para estudiar algunas catástrofes (entendiendo por catástrofe algo no previsto) en las que estos tres paradigmas tienen algo que decir.

Los casos analizados son:

  • 1959 – La rotura de la presa bóveda de Malpasset (Francia)
  • 1963 – El desastre de Vaiont (Italia)
  • 1976 – La rotura de la presa de Teton (USA)
  • 1978 – El deslizamiento de Rissa (Noruega)
  • 1985-88 – La reactivación del deslizamiento de Cortes de Pallás (Valencia)
  • 1998 – La rotura de la presa de Aznalcóllar (Sevilla)
  • y los asientos diferidos de la catedral de México y la Torre de Pisa.

Deslizamiento de Cortes de Pallás, Valencia Vista aérea del deslizamiento de Cortes de Pallás, Valencia (Iberpix)

Las catástrofes y el progreso de la geotecnia. Eduardo AlonsoLas Catástrofes y el Progreso de la Geotecnia. Eduardo Alonso [pdf – 1,48 MB]

 

Como único aspecto negativo hay que decir que la calidad de las imágenes deja bastante que desear, como también le ocurría al discurso de Javier Rui-Wamba, ¿es el precio a pagar por disponer del documento gratis o quizá sólo un simple error a la hora de compilar el pdf?, ni idea, pero si alguien está interesado, también puede comprarlo en papel.


Rotura de la balsa de lodos de Ajka, Hungría

Se calcula que unos 700.000 metros cúbicos de «lodo rojo», el residuo corrosivo (pH>12) que se obtiene al refinar la bauxita para extraer alúmina, han podido escapar de la balsa de lodos de la imagen, en Ajka, al SO de Budapest, a unos 120 km en línea recta (la balsa en Google Maps).

La escena recuerda mucho a la rotura del dique de Aznalcóllar, en 1998, y puede convertirse en un problema todavía mayor si alcanza el Danubio, aunque desde el punto de vista geotécnico, lo más interesante es la rotura del dique.

Con el tiempo se publicará algo más o menos técnico, por ahora, nos tenemos que conformar con ver las fotografías. Adjunto las más interesantes que he localizado, casi todas de György Varga para MTI, publicadas en Index (pulsa encima para verlas mejor y presta atención al tamaño de las máquinas en la última imagen).

 

La balsa en Google Maps, antes de la rotura.

Sandor H. Szabo para AP, vía msbnc

Evaporación de embalses, un problema de pelotas

Controlar la evaporación de embalses es un arma de doble filo. Evitar la evaporación, la salinización y el crecimiento de algas es positivo, por supuesto, pero si se hace tapando el embalse se corre el riesgo de modificar el estado trófico del agua, lo cual es negativo, así que las mejores soluciones son también las más simples, mallas de sombreo y barreras antiviento (atacando directamente a la línea de flotación de la fórmula de Penman, oiga).

Dicho lo anterior, ¿cómo se explica que en Los Ángeles decidieran gastarse 2 millones de dólares echando 3 millones de pelotas de plástico negro para impedir la evaporación de un embalse…?

Pues se explica por dos razones; la primera, porque no es agua de riego sino de consumo humano, y no interesa que se posen aves (y mucho menos que hagan «otras cosas», una vez se han acomodado); y segundo, porque en este caso el problema no es la evaporación, sino la luz solar. El agua de la zona tiene determinados compuestos químicos que resultan cancerígenos en combinación con el cloro y la luz solar, de ahí que se haya optado por la solución provisional «más opaca posible» hasta encontrar la definitiva (que seguramente será subterránea).

Por cierto, este tipo de pelotas se llama «bird balls» y se usa, precisamente, para putear impedir que se posen las aves, especialmente cerca de los aeropuertos.

Más información aquí y aquí.

Una breve historia de la mecánica de rocas

El comportamiento de un macizo rocoso es muy distinto del comportamiento de un suelo. En un macizo rocoso los esfuerzos actuantes se rigen por fenómenos muy complejos y de muy difícil modelización, hay tensiones litoestáticas, tensiones de membrana, tensiones tectónicas, microtectónicas, de fracturación local, sísmicas, de decompresión, paleoesfuerzos, efectos térmicos, etc.

Además, puesto que el terreno se va a excavar de todos modos, es habitual no hacer ensayos in situ (gato plano, doostopper, célula CSIR) y proceder directamente a la excavación… a ver qué sale y qué pinta tiene.

Pongamos como ejemplo la distribución teórica de tensiones en un macizo rocoso debido a la excavación de un túnel. Es un problema conocido y estudiado en profundidad… y en teoría, porque las ecuaciones están muy bien, pero en el mundo real el terreno nunca es homogéneo, la fracturación siempre es errática y en túneles someros, en los que predominan los efectos de la fracturación sobre las tensiones, el sostenimiento tiene más problemas por caídas de cuñas y filtraciones que por las propias tensiones naturales.

En 1962, la Mecánica de Rocas, bajo la insistencia de la Escuela Austriaca, con Stini y Müller al frente, se desvincula de la Sociedad Internacional de Mecánica del Suelo, con la pública oposición del fundador de la ciencia geotécnica, Karl Terzaghi.

Y justamente en esta época se producen dos hechos desafortunados:

– Diciembre de 1959, falla la cimentación de la presa bóveda de Malpasset, en Francia, provocando 450 muertos.

El ingeniero proyectista A. Coyne, presidente de la International Comission on Large Dams y profesor de la École Nationale des Ponts et Chaussées de París explicaba en sus clases sólo unos meses antes:

“Es raro y probablemente un caso único en ingeniería [encontrar] un tipo de estructura que no haya colapsado nunca. Pero, a pesar de las apariencias, a pesar de su forma esbelta y líneas elegantes y fuertes tensiones, es un hecho que la presa bóveda es la más segura de las estructuras. Esto es simplemente una confirmación adicional de lo que se ha conocido durante miles de años sobre la estabilidad de los arcos. […] nada serio le puede pasar a una presa bóveda […] con tal de que sus estribos resistan.”

Y falló el estribo… el reconocimiento de campo posterior mostró que la presa había fallado por el deslizamiento de una cuña sobre una falla (no detectada antes) en la cimentación del estribo izquierdo, en un terreno formado por gneises foliados muy fracturados pero impermeables bajo el efecto de las subpresiones.

Para terminar de arreglarlo, los ensayos in situ mostraron una elevada disparidad entre los datos reales y los considerados para el dimensionamiento de la cimentación, para la que apenas se realizaron ensayos de campo.

En octubre de 1963, un deslizamiento en la presa de Vajont (Italia) provoca la total destrucción, aguas abajo, de la población de Longarone, con un saldo aproximado de 2.000 muertos.

Tras unos días de fuertes lluvias la auscultación indicaba la posibilidad de movimientos en la ladera izquierda, por lo que se decidió rebajar la cota de embalse. Problemas en las compuertas retrasaron la operación, momento en el que se produjo el movimiento sísmico que desencadenó la caída de una masa aproximada de 300 millones de m³ de tierras a un embalse que acumulaba en aquellos momentos 150 millones de m³ de agua.

Vajont en el Corriere della SeraLos estudios realizados desde entonces sugieren que la caída vino gobernada por parámetros residuales bajo cargas dinámicas (algo que no se tenía en cuenta en aquellas fechas) y fenómenos de tipo termodinámico (el rozamiento en la caída provocó temperaturas de hasta 120 ºC) que ni siquiera hoy se tienen en cuenta. Pasados los años el mecanismo del deslizamiento aún no ha sido explicado satisfactoriamente.

Tras estudiar el desastre de Vajont, Terzaghi escribe:

«[…] las curvas de frecuencia de diaclasas no pueden construirse con ningún grado de seguridad si no se realizan cientos de mediciones, […] si los expertos en Mecánica de Rocas no resisten la tentación de hacer pocos ensayos por razones económicas, los riesgos envueltos en la construcción de presas de fabrica cimentadas en roca aumentarán fuertemente

 

El problema de la mecánica de rocas es evidente. El suelo es un medio más o menos continuo y, hasta cierto punto, sus propiedades pueden ser «extrapolables», pero hacen falta muchos, muchísimos ensayos de campo para caracterizar de un modo fiable las propiedades geomecánicas de un macizo rocoso y, francamente, que el “Nuevo Método Austriaco o NATM” se defina más como una filosofía que como un método constructivo no ayuda (por si acaso, el autor lo patentó, es la Patentschrift Nr. 165573, Österreichisches Patentamt).

Siguiendo con la historia, hay que decir que la actitud de los expertos en mecánica de rocas de aquella primera época seguía siendo dogmática incluso después de los accidentes, con métodos basados en principios de la mecánica de medios continuos bajo consideraciones estáticas, opiniones personales y subjetivos coeficientes correctores.

“Después de 25 años viendo túneles, puedo sentir el comportamiento de las rocas, puedo hablar con las rocas y entender su geología. ¡Yo no necesito ensayos!”

Müller en 1970, citado por Bieniawski.

– Entre 1973 y 1989, Bieniawski utiliza cinco parámetros básicos (resistencia a compresión simple, RQD, estado de las juntas, frecuencia de las juntas y presencia de agua) para desarrollar  el RMR (Rock Mass Rating) como sistema de caracterización del terreno,  presentando las primeras correlaciones entre el RMR y el módulo de deformación, permitiendo así hacer cálculos basados en teorías elásticas.

– En 1980, Hoek y Brown enuncian un criterio de rotura a partir de ensayos de laboratorio sobre muestras de la matriz rocosa y correcciones en función del RMR obtenidas mediante estadísticas (a partir de seis tipos de calidad del macizo -desde roca intacta a roca de mala calidad- y cinco tipos de composición de la roca -desde metamórficas hasta carbonatadas).

También estudian la variación de las propiedades del macizo con la orientación de las juntas y el número de familias, lo que permite introducir en el criterio macizos rocosos estratificados.

Se trata de un criterio cuadrático, pero para un cierto rango de tensiones puede asimilarse a la formulación lineal de Mohr-Coulomb, lo que populariza su uso al permitir aplicar las fórmulas clásicas de la mecánica de suelos.

– Entre 1994 y 1997, Hoek introduce un nuevo parámetro, el GSI (Geological Strength Index), para poder tener en cuenta otros factores, como la foliación, los rellenos, la forma de los bloques y el contenido en finos, entre otros, lo que permite incluir en el criterio macizos ¿rocosos? de mala calidad, con un comportamiento intermedio entre suelo duro y roca blanda, no contemplados en el criterio inicial de Hoek y Brown.

 

A día de hoy, no hay ningún método analítico en mecánica de rocas que no incluya el RMR, el GSI o el criterio de Hoek y Brown. Algo que conviene tener en cuenta porque, dado su origen, son métodos que se hallan en constante revisión (Hoek modifica su criterio periódicamente) que no deben ser utilizados fuera del rango de valores en el que fueron obtenidos…. pero claro, ya se sabe, el ordenador es tan cómodo…

 

El planteamiento que se sigue habitualmente a la hora de predimensionar un macizo rocoso parte de un reconocimiento de campo, una recopilación de datos geomecánicos y la realización de clasificaciones geomecánicas, dejando formulaciones más exactas, mediante elementos finitos (PLAXIS) o diferencias finitas (FLAC), para proyectos «grandes» o instrumentación.

En los túneles, el procedimiento de campo tampoco ha variado mucho, lo habitual sigue siendo tomar varios puntos de observación (sondeos) a lo largo de la traza, cada 75/100 metros, e interpolar el terreno entre ellos para establecer un perfil tipo del macizo, perfil que únicamente será válido (y tampoco mucho) en caso de que no varíe la traza a última hora por caprichos políticos…

Y luego vienen los sobrecostes, claro…

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