en Ingeniería

El puente del Alamillo cumple 20 años

como ejemplo de lo que no hay que hacer.

El puente del Alamillo, 20 años sin tirantes de retenida

El pasado martes 28 de febrero de 2012, día de Andalucía, el puente del Alamillo cumplió 20 años.

Inaugurado para los fastos de la Expo’92, ya entonces cosechó críticas por su atrevido “diseño”, en el que la ausencia de tirantes de retenida se compensaba mediante peso propio… algo quizá no muy apropiado para un puente, que lo último que necesita es más peso, precisamente.

Se ha dicho que la cimentación real duplica la declarada (2500 metros de pilotes), que el sistema estructural es casi un homenaje a las truculentas aventuras del Barón de Münchhausen (capaz de levantarse a sí mismo tirándose del pelo), incluso que el tablero podría funcionar igual sin el pilón (no sería el único de Calatrava que lo cumpliría) pero pocos lo han dicho como Julio Martínez Calzón en el número 81 de Ingeniería y Territorio (disponible en pdf- 636 KB):

En el conocido puente de gran luz del Alamillo en Sevilla, atirantado y carretero, diseñado por Santiago Calatrava, el concepto de originalidad consiste –nada más y nada menos– en tratar de efectuar la compensación y equilibrio de fuerzas de los tirantes de uno de los lados del mástil, con el peso propio de éste apropiadamente inclinado para favorecer tal circunstancia, en lugar de disponer cables de retenida en el lado opuesto y restaurar el equilibrio horizontal activo a través del tablero.

[…] aunque las acciones permanentes pueden llegar a equilibrarse mediante masas adicionales, no resistentes, puramente gravitatorias, las solicitaciones variables: sobrecargas de uso, viento longitudinal, térmico, acciones diferidas, modifican de tal forma el esquema inicial que dan lugar a una aberración estructural: imponentes flexiones en el mástil y el tablero, empotramientos excepcionales del mástil en el terreno, etc.

Aquí hay manierismo, pero sobre todo maniqueísmo: asombrar con un gesto teatral que oculta al exterior las desfavorabilísimas condiciones de la solución. Se trata de una originalidad profundamente cuestionable, cara, excesiva para la sociedad y éticamente rechazable.

Las formas de la cultura. Ingeniería-(es)cultura (pdf – 636 KB)

 

Ficha del puente del Alamillo en Puentemanía

  1. para entender los finales del s.XX, y especialmente el actual s.XXI la clave radica en entender que se viene confundiendo -sistemáticamente- lo «novedoso» con lo «inapropiado». naturalmente resulta muy sencillo ‘sorprender’ a un público escasamente formado con cosas ‘que no se han visto antes’. lo que hay que preguntarse es que si antes no lo hemos visto por «inapropiado» o porque es realmente una aportación «novedosa»
    no seré yo quien diga si es intencionadamente o no, si bien es patente que la creatividad -con mayúsculas- desapareció hace tiempo de la mayoría de las creaciones humanas.
    el comentario del Martínez Calzón es harto razonable, y en clave menor añadiría algo más simple -de libro elemental de física- recordando que el trabajo ‘W’, es el producto de la fuerza ‘F’, por su recorrido ‘s’ (y por el coseno del ángulo que forman ‘F’ y recorrido en su caso).
    es ocioso percibir en el recorrido ‘a ojo’ de un peso tipo (pongamos 1 kp) depositado sobre el puente hasta que llega a ‘tierra’ que uno se sorprende del ‘paseo’ que se le mete ‘porque sí’ a la carga,… y eso es el trabajo, hay que medirlo,… y lo más disuasorio -si cabe- pagarlo!.
    me viene a la mente una antigua definición de Ingeniero que decía algo como: «el Ingeniero es el señor que hace lo mismo que cualquiera, con la diferencia de que lo hace más seguro y mucho más barato»
    en fin -como diría el castizo- es lo que hay,…
    agradecido, eufe

  2. Lo novedoso el lo que nunca antes se había hecho. Si nunca antes se había hecho puede ser por dos cosas: Es una genialidad o es una estupidez. En la inmensa mayoría de los casos, suele ser una estupidez.
    Es arrogante pensar que sabes más que todos los humanos que han existido antes que tú. (Y creo que Calatrava suele pecar en ésto).
    Os dejo un esquema de De Miguel: http://www.demecanica.com/Publicaciones/images/EstrPerversas.jpg
    La compatibilidad de deformaciones es imposible: El cable más largo «casi abolla» y los que están en el centro, donde la flecha es máxima, «casi rompen«…

  3. los instrumentos de cuerda hace siglos que se conocen, se desarrollan y perfeccionan. todos tenemos alguna imagen de los mismos, y todos apuntan a conseguir sonidos agradables (frecuencias relacionadas por logaritmos), lo que obliga indeclinablemente a tener unos dispositivos reguladores de tensado (clavijeros, etc), de los que dependen, frecuentemente, para su correcto uso.

    las cuerdas tensadas -en contra de su tonta apariencia- encierran y brindan cualidades muy sofisticadas, cosa que conocían muy bien -siglos ha- los jefes de catapulta romanos, que eran auténticos ‘directores de orquesta’, al disponer tensiones que rondaban los 430-440 Hz (la nota ‘LA’). por alguna razón curiosa, la nota ‘LA’ se encuentra en la comprobación por golpeo de la excelencia del punto de cocción de los ladrillos en la antigua Babilonia, o en el tono de línea que proporcionan las compañías de teléfono.

    a finales del s.XIX la máquina más sofisticada jamás creada por el hombre se llamaba «clipper» (sí, el de la botella de «cutty sark»), a base de ‘palos’ y ‘cuerdas’. eso sí, dispuestos y organizados con un ingenio y racionalidad aún hoy sorprendentes.

    volviendo al asunto que nos ocupa, presumiblemente debiera analizarse como «instrumento de cuerda» desde la óptica de luthier, buenos conocedores de la interrelación de materiales y sus problemáticas específicas en el tiempo.
    naturalmente no es lo mismo dar la nota ‘LA’ que dar ‘la nota’, se podría argumentar.

    agradecido, eufe

  4. A lo largo de la (reciente) historia del arte estructural se han ido turnando dos tendencias diferentes: la de ocultar la estructura y la de mostrarla. Conocido es el caso de Sejourné, influyente detractor del hormigón armado en sus inicios, pero que en sus obras más tardías lo usaba «ocultándolo» en aquellas partes estructurales no vistas.

    En el siglo XX conviven ambas tendencias, que me parecen igualmente aceptables. Lo que ya no lo es tanto es el ejercicio continuo de poca sinceridad estructural que llevan desarrollando ciertos arquitectos, que ellos llaman obra de autor y los que tenemos cierta formación «no tener vergüenza».

    Cuando menos, es un gasto injustificado, el que por un capricho estético se llegue a abusos técnicos de la solución, como el caso que nos ocupa, con una cimentación desmesurada no ya para la luz de la obra, sino para los puentes en general.

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