Decía Italo Calvino que «un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir«. No sé si la carta de Vauban al Marqués de Louvois se puede considerar un clásico, bajo esa definición, porque lo que dice, lo dice muy claro.
Belle-Île-en-Mer, 17 de julio de 1683
Monseñor:
[…] hay algunos trabajos en los últimos años que no han terminado y que no se terminarán, y todo, Monseñor, por la confusión que causan las frecuentes rebajas que se hacen en sus obras, lo cual no sirve más que para atraer como contratistas a miserables, pillos e ignorantes, y ahuyentar a aquellos que son capaces de conducir una empresa. Y digo más, y es que retrasan y encarecen considerablemente las obras, porque esas rebajas y economías tan buscadas son imaginarias, y lo que hace un contratista que pierde es lo mismo que un naufrago que se ahoga: agarrarse a todo; y eso en el oficio de contratista es no pagar a los suministradores, dar salarios bajos, tomar peores obreros, engañar sobre todas las cosas y siempre pedir misericordia contra esto y aquello.
Y de ahí bastante Monseñor, para hacerle ver la imperfección de esa conducta; abandónela, pues, y en el nombre de Dios, reestablezca la buena fe: encargar las obras a un contratista que cumpla con su deber será siempre la solución mas barata que podréis encontrar.
Carta de Sébastien Le Prestre (1633 – 1707), Marqués de Vauban, Ingeniero Militar y Mariscal de Francia, a François Michel Le Tellier (1641 – 1691), Marqués de Louvois, ministro de guerra de Luis XIV (1638 – 1715), El Rey Sol.