Hace ya unos años, cierta empresa me pidió que buscara a la «persona» más adecuada para un determinado puesto. Era un puesto técnico, complicado y con responsabilidad, así que busqué muy bien, seleccioné todavía mejor, y cuando presenté a la «persona», el primer comentario -delante de ella, y antes de ver su currículum- fue un despectivo «si, pero… es que es mujer…»
Que era mujer saltaba a la vista… que aquello terminó mal, también.
Cuando alguien se empeña en mantener que hombres y mujeres somos iguales, pienso que: a) esa persona no ha ido nunca a la playa (y si ha ido, no se ha fijado mucho); o b) nunca ha trabajado en equipos mixtos; porque de haber hecho alguna de las dos cosas sabría que no somos iguales.
No lo somos, no aprovechamos el tiempo igual, no analizamos las cosas del mismo modo, ni siquiera enfocamos los problemas bajo la misma perspectiva… y eso es lo bueno, precisamente, esa es la ventaja, esa amplitud de miras que hace que los equipos mixtos rindan mucho más… salvo para cierta gente, anclada en sus particulares ideas, élites y parcelas que no me merece ni siquiera un comentario.
Que para el mismo trabajo se gane el mismo sueldo no es cuestión de igualdad, sino de justicia, y para eso ya había un ministerio.
Por eso y por los problemas con la maternidad, las mujeres optan por opositar. Al final todas las mujeres serán funcionarios y todos los hombres estarán en la contrata, y volveremos otra vez a trabajar separados, y se habrá conseguido lo que algunos querían, perpetuar la "diferencia".
Tranquilos, entonces el próximo equipo de gobierno se sacará de la manga el "Ministerio de Gestión de Habilidades por Sexos" y su funcionariado será paritario gracias al "Ministerio de Igualdad"…