La crisis extiende sus tentáculos y aprieta sin piedad, incluso en el CICCP, que ha decidido recortar gastos en el servicio de publicaciones. La “Revista de Obras Públicas” se salva de la quema por cuestiones históricas, es la publicación no diaria más antigua de España (desde 1853), y la veteranía es un grado que conviene mantener, pero Cauce 2000 (desde 1983) y la siempre cuidada Ingeniería y Territorio (desde 1986) no han tenido tanta suerte, así que dejarán de publicarse durante unos meses.
El inesperado último número de Ingeniería y Territorio es el que hace 92 y está dedicado a una asignatura pendiente en nuestro país, “La Restauración de la Obra Pública”, un problema especialmente grave si tenemos en cuenta que hasta hace poco las obras de ingeniería no se consideraban dignas de protección, precisamente, como indica el artículo de José Ramón Navarro Vera (pdf):
Todavía en 1918, la Comisión de Monumentos de la Real Academia de la Historia no puso ningún reparo en la demolición del acueducto romano de Sevilla, aduciendo que: “No se trata, es cierto, de una obra de arte […]. Los romanos, el arte lo reservaban para donde se había de hablar al espíritu y a los ojos […]. El romano conservaba el arte para los templos, anfiteatros, termas y demás construcciones urbanas […]. El acueducto romano de Sevilla no es de esta clase. Trátase de una obra de ingeniería como las murallas, las cloacas, los puentes, las presas y embalses, y las calzadas.”
Entre los interesantes temas tratados en este número, las discutidas y discutibles ampliaciones de las obras de fábrica, las suicidas políticas de conservación de las vías romanas (cuando lo son, es decir, casi nunca) y un problema clásico que sigue dando guerra, la socavación de las pilas, el enemigo público número uno de los puentes de fábrica, resuelto todavía hoy de formas, digamos, confusas (a los ejemplos del texto me remito).