Justamente ayer estuve hablando de esta patología con alguien que la conoce de primera mano. Me gustaría contar algo pero he actuado de perito en patologías similares y sé que no conviene dar detalles antes de tiempo, así que simplemente voy a enlazar los vídeos que hay en Youtube y decir que, como ya os podéis imaginar, en este asunto hay mucho más de lo se ve a simple vista, mucho más.
El 23 de febrero RTVE emitía un vídeo de 2:51 (se puede ver aquí) diciendo que “los técnicos del ayuntamiento consideran que todavía es seguro vivir en el edificio”, en la calle Arco del Monte, 4, de Béjar, Salamanca.
El día siguiente, 24 de febrero, emitían este otro vídeo, ya con el terreno dentro de la vivienda, y menos mal que la malla y el resto de bulones aguantaron en su sitio, que si no…
Las cimentaciones profundas son peculiares. Transmiten cargas concentradas a zonas muy concretas que, dada su profundidad, no siempre se conocen del todo bien, de ahí que la mayoría de normativas y códigos recomienden hacer pruebas de carga in situ.
Normalmente, estas pruebas de carga arrojan resultados superiores a los obtenidos en los cálculos… pero no siempre salen como estaba previsto.
Ha ocurrido esta semana en Singapur, en la cimentación de un edificio de apartamentos de 34 plantas, bajo una carga de 2800 toneladas. La zona llevaba acordonada ya un par de días, desde los primeros movimientos sospechosos.
El fallo por carga de hundimiento es una cota superior. Normalmente trabajamos con el Estado Límite de Servicio de Deformaciones, por aquello de que, a partir de cierta deformación, la estructura deja de trabajar como estaba proyectada, mucho antes de hundirse y bla, bla, bla. Sin embargo, hay situaciones (y estructuras) en las que se trabaja con el Estado Límite Último de Hundimiento, situaciones en las que la carga presenta una cierta excentricidad, el plano de apoyo está inclinado, el terreno no es muy competente y, para terminar de arreglarlo, hay un talud cerca, ¿qué estructuras son esas?, pues las grúas móviles, oiga, que se meten donde haga falta.
Calcular la carga de hundimiento de una grúa no es complicado. Si alguien lo ha hecho alguna vez habrá comprobado que las grúas fijas son muy estables, el problema, como digo, son las grúas móviles, muy propensas a eso de volcar, como le ocurre a esta de 200 t en Waikato, cerca de Auckland, Nueva Zelanda, mientras intenta colocar una pasarela.
El hundimiento del apoyo empieza en el instante 01:01, aunque en 00:16 se aprecia ya una fisura junto a la rueda que al tipo del walkie no le hace mucha gracia.
Más información en The Landslide Blog y en Vertikal.net, de donde he sacado esta imagen previa a la rotura en la que se aprecia mejor la peculiar “solidez” del apoyo.
Y esta otra (evidentemente, posterior), en la que se puede intuir el ángulo a través del cual ha roto el terreno, que bien pudiera ser el talud natural del cauce original o, simplemente, la zona en la que dejaron de compactar, a saber.
Los desprendimientos de rocas son fenómenos rápidos (ejemplo), localizados en una zona muy concreta, con mucha energía y, casi siempre, imprevistos (otro ejemplo), siendo esta “imprevisión” la que los hace especialmente peligrosos.
Como ya se dijo en la entrada del “método noruego de saneo de taludes con helicóptero”, el riesgo se puede reducir limpiando o “saneando” de forma preventiva los bloques inestables o más predispuestos a caer, pero existe otra alternativa muy útil cuando el mantenimiento del talud es complicado, dejar un espacio libre (cuneta) de modo que, aunque caigan bloques, no lleguen a la calzada.
Por supuesto, esta opción únicamente es válida si nos podemos permitir dejar una cierta anchura de cuneta, pero ¿qué anchura?, ¿cómo la hacemos?, ¿qué dimensiones debe tener para contener y detener las rocas?… bien, pues para eso están los trabajos de Ritchie.
Arthur M. Ritchie fue un geólogo del Washington State Department of Highways que, en 1963, tras varios años de estudio, publicó “The evaluation of rockfall and its control”, un trabajo en el que, entre otras conclusiones, proporcionaba unos ábacos para calcular las dimensiones de esas cunetas en función de la inclinación y altura del talud, de ahí que, desde entonces, estas soluciones se conozcan como «cunetas Ritchie» o «cunetones Ritchie».
El método de trabajo de Ritchie fue lento pero también seguro. Con la ayuda de marcas en el talud y grabaciones con una película de 16 mm, se dedicó a dejar caer rocas de distintos tamaños a lo largo de diferentes taludes, observando y delimitando las pendientes a partir de las cuales la roca dejaba de rodar (roll), empezaba a rebotar (bounce) o caía libremente (fall), anotando también las longitudes y alturas alcanzadas durante todo el recorrido, obteniendo así una envolvente de valores.
Hasta aquí, lo que se puede leer en cualquier texto. A partir de aquí, algo no tan habitual, un vídeo sobre los métodos de trabajo de Ritchie.
Por los títulos y la música podría pasar por una película de serie B de los años 50, pero no, es un interesante mini-documental de cuatro minutos de duración en el que se puede ver cómo dejan caer las rocas, las cintas marcando las distancias sobre el talud, los remolques utilizados como cunetas artificiales e incluso un coche que intenta pasar en el minuto 03:25 (yo pensaba que para estas cosas se cortaba el tráfico).
(El vídeo no tiene muy buena calidad, pero es lo único que he encontrado, si alguien sabe donde encontrar otro mejor que me lo diga, por favor).
Hoy en día ya sólo se prueban in situ las redes y barreras dinámicas y alguna que otra cosa muy concreta. Para todo lo demás se utilizan programas de simulación estadística (RocFall, mayormente), lo que permite tener en cuenta taludes de inclinación variable, probabilidades de superación, acumulaciones de material, coeficientes de restitución variables y muchas otras cosas… pero no es tan descriptivo, para qué engañarnos.
Pintan bastos para la ingeniería. Hace unos días lo decían en televisión española, poco después se ampliaba la noticia con una entrevista a D. José Luis González Vallvé, presidente de TECNIBERIA, y ahora es Cotizalia la que alerta de algo que todos sabemos, que esto se ha acabado y, a partir de ahora, el que estudie una ingeniería lo va a tener realmente mal para encontrar trabajo, por lo menos en obra civil.
Vayamos por partes, como hacíamos con las integrales:
Esta es la entrevista a D. José Luis González Vallvé, presidente de TECNIBERIA:
El presidente de TECNIBERIA dice cosas muy sensatas, por supuesto que “cuanto más dinero de ingeniería nos gastemos en la fase de proyecto y de diseño, más nos vamos a ahorrar en la fase de construcción y mantenimiento” (minuto 3:50), pero resulta que cuando pagaba el estado con dinero público, ese que “no es de nadie” (¿recuerdan?, lo dijo una ministra), ahorrar en construcción no era lo más importante, precisamente, porque entre intermediarios, comisiones y “mordidas”, una autovía podía terminar costando 18 veces lo presupuestado, como ocurrió en Ibiza, por no mencionar las obras encargadas a dedo, esas en las que la ingeniería queda relegada a un segundo plano por meras cuestiones estéticas y luego no hay manera de construir, no digamos ya mantener.
Las cosas no cambian porque sí, cambian cuando el que paga decide que quiere otra cosa. Si, de verdad, el Ministerio de Fomento quiere ahorrar debería pensar en dedicar más dinero a la ingeniería, es decir, al proyecto, y ahorrar en construcción y mantenimiento pero, por favor, eliminando también caprichos megalómanos y decisiones caciquiles. Hagamos todos las cosas bien, cada uno en lo suyo.
Relacionado con el tema, y como penitencia, recomiendo la lectura de otro interesante artículo del pasado fin de semana, “La Cleptocracia y el Ocaso del Mercado”, de Juan Manuel Blanco.
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