¿Cómo utilizar programas en Fortran desde Excel?

En la actualidad tenemos a nuestra disposición una gran variedad de software de cálculo numérico. Tenemos software libre (Octave, FreeMat, Scilab, Sage, Maxima, …), software comercial (Mathematica, Maple, MATLAB, …) y un número casi indeterminado de librerías de funciones numéricas (listado), pero es evidente que las hojas de cálculo están ganando la partida, básicamente por su comodidad y facilidad de uso.

Actualmente, es Excel quien domina el mercado, por desgracia no se diseñó pensando en cálculos de ingeniería, precisamente, y tiene grandes carencias en cuanto a funciones para análisis numérico, resueltas sólo en parte con el paquete de macros SOLVER, muy útil, si, pero no siempre válido. 

Es decir, que si queremos tantear resultados o resolver ecuaciones no lineales complicadas con Excel, las opciones disponibles son:

  1. Usar soluciones abiertas tipo XNUMBERS (ya descatalogada, por desgracia).
  2. Utilizar soluciones comerciales cerradas, tipo «caja negra».
  3. Programar las funciones por nuestra cuenta… 🙁

Bien, pues si todavía conservas rutinas escritas en Fortran y quieres «llamarlas» desde Excel sin tener que «traducirlas» a VBA, en Newton Excel Bach, Not (Just) An Excel Blog explican cómo hacerlo en dos partes ( y ).

El proceso consiste, básicamente, en crear una librería DLL compatible mediante el compilador Silverfrost Personal Fortran 95 (libre para uso personal), y definir después las funciones en VBA. Una vez hecho esto, se pueden usar las funciones de la librería DLL como si se tratara de las típicas funciones de Excel.

Es una lástima no haber encontrado antes este enlace (es de diciembre de 2008), porque ya tengo casi todos mis antiguos programas «reconvertidos» a VBA, pero puede ser un buen método para «resucitar» los listados en Fortran que aparecen en libros de geotecnia y mecánica de suelos de hace ya unos años.

En cuanto a la proverbial rapidez de Fortran, en el blog hacen un comentario al respecto también, pero en esta interesante presentación [pdf – 1,90 MB] sobre modelos constitutivos del Grupo de Investigación en Geotecnia de la Universidad de los Andes, en Colombia, se cita un texto en el que se afirma que, para determinados cálculos, 10 segundos de Fortran son equivalentes a 80 horas de Visual Basic… no está mal para un lenguaje de 1957.


Investigar es algo más que publicar

El primer apartado del primer artículo de la Ley Orgánica de Universidades [pdf] dice «La Universidad realiza el servicio público de la educación superior mediante la investigación, la docencia y el estudio«, tres cosas muy distintas entre sí, pese a quien pese .

Trabajar en la universidad no es investigar, como tampoco lo es dar clase o publicar. Investigar es añadir algo nuevo a lo que ya se sabe, aumentar el nivel de conocimiento sobre una cuestión, y eso exige esfuerzo, ilusión y mucha dedicación.

El problema es que investigar está mal pagado y mal considerado, y a juzgar por el segundo borrador de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI) [pdf], va a seguir así los próximos años. No hay problema, se lo pueden permitir… porque investigar es algo tan íntimo y vocacional que siempre habrá algún idiota dispuesto a hacerlo… yo mismo llegué a trabajar gratis los últimos meses que colaboré con la universidad, pagándome incluso los desplazamientos, con tal de acabar lo que había empezado.

Por eso, justamente, veo con cierto escepticismo (y algo de tristeza) las recientes protestas por el recorte de las dotaciones para investigación de las universidades públicas, porque he visto cómo se gastaban esos fondos y cómo determinadas personas boicoteaban y dejaban morir de aburrimiento iniciativas, ilusiones y ánimos con tal de mantener intacto su recinto de poder, velar por sus protegidos o simplemente, para mantener su tranquila rutina de cada día.

Las generalizaciones son falsas y las comparaciones odiosas, ni la investigación privada es la solución perfecta ni la pública un «monstruo endogámico», pero algo falla en el sistema, la manida frase de «hecha la ley, hecha la trampa» no puede ser siempre la excusa ante la falta de resultados, si lo que se publica no vale para nada pero se admite como mérito se va a seguir haciendo, no quepa la menor duda.

El siguiente artículo, firmado por Araceli Mangas Martín, catedrática de Derecho Internacional Público de la Universidad de Salamanca, aparecía el martes pasado en la sección de opinión de El Mundo. Recomiendo su lectura, todo lo que dice es perfectamente extrapolable desde la investigación humanista a la técnica y científica… por desgracia.

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Dispendio universitario en proyectos fantasma

El interés por la situación de la investigación científica viene ocupando algo más de lo habitual a los medios de comunicación en la medida en que la innovación, el conocimiento y la competitividad puedan contribuir a alcanzar la llamada «nueva economía» que nos alejará de la crisis económica y financiera.

Como a otros muchos profesores de universidad y desde hace muchos años, la agencia estatal (ANEP) y agencias autonómicas me encargan evaluar proyectos de investigación que presentan grupos aleatorios de profesores (ni tan siquiera grupos de investigación consolidados) para optar en los ámbitos del Derecho, a veces de las Ciencias Sociales y de las Humanidades, a una financiación con dinero público. También he formado parte, en el pasado, en varias ocasiones del comité ministerial que finalmente selecciona los proyectos y el reparto del dinero para cada proyecto. En todos mis informes e intervenciones he expuesto ya estas preocupaciones.

En pocas ocasiones (¿un 10 o 15%?), tras hacer la evaluación, me he encontrado con verdaderas propuestas de investigación. La mayoría de las solicitudes son temas muy trillados, con decenas de monografías o artículos ya publicados en España (y por ende, con centenares de trabajos en nuestro entorno europeo o internacional). Son asuntos, con demasiada frecuencia, muy generales y, por tanto, sin posibilidad alguna de añadir conocimiento.

Sin precisar el concreto objeto de investigación, piden decenas o centenares de miles de euros para viajar por un sinnúmero de países, por ejemplo, para encontrar las normas, sentencias y otros documentos que están a un golpe de ratón en el ordenador que le paga el Estado, incluida la conexión a Internet, en su despacho o que se encuentran en nuestras bibliotecas (en general, muy bien dotadas en la democracia?). Y tales proyectos obtienen financiación pública porque la inmensa mayoría de los expertos que hacen los informes actúan como en una sociedad de socorros mutuos, hoy por ti, mañana por mí.

En los casos más honrados, las solicitudes de proyectos son una forma de financiar el mantenimiento de las revistas, asistir selectivamente a algún buen congreso y la renovación del material informático. Pero no es investigación.

A su vez, para completar el despilfarro, las universidades, endeudadas por generaciones, asignan, para contentar a su clientela más mediocre, partidas de dinero para investigación a favor de proyectos que fueron rechazados por las agencias nacionales o regionales o simplemente que ni se molestaron en competir. Fiesta para todos, ahora paga la Comunidad Autónoma; todos nosotros.

Estuve unos años en un comité que examinaba las propuestas de estancias breves en el extranjero y ¡qué curioso! una gran mayoría era en agosto, cuando en muchos centros universitarios europeos y norteamericanos de investigación, aunque abiertas su bibliotecas como las nuestras, los principales responsables de los grupos de investigación están de vacaciones y difícilmente podían entablar relaciones científicas con ellos, que sería hoy el principal objetivo de esos viajes? Vacaciones pagadas con el presupuesto del Estado.

No voy a resolver la vieja cuestión de qué es investigar. Pero lo que no es, debería ser claro, es la repetición de conocimientos ya existentes; eso no es investigación. Que los profesores deben formarse y ampliar sus conocimientos, es necesario, pero eso es formación continuada y no precisa más que unos presupuestos ordinarios y estables que mantengan adecuadamente las bibliotecas (colecciones de revistas científicas -digitales si las hubiere o de la galaxia Gutemberg- y las adquisiciones de los libros); muchos proyectos son falsos proyectos de investigación y lo que se pretende se puede conseguir como se hacía antiguamente cuando no había dinero que despilfarrar: se hacen lecturas sistemáticas y amplias de la investigación ya publicada por otros, accesible y ya pagada en las bibliotecas universitarias; así es como debemos formarnos e investigar nosotros nuevos horizontes.

Investigar es crear conocimiento, añadir conocimiento nuevo al ya existente; tratar de resolver los problemas nuevos de la sociedad. Con temas generales, reinventando la rueda, publicando sobre lo ya publicado mil veces, en los ámbitos científico-jurídicos que me son próximos, no se hace investigación. Un gran maestro decía que no se puede hacer investigación sobre «el océano Atlántico» sino sobre una gota del océano? No nos extrañe que no nos tomen en serio los científicos de «bata blanca» (aunque habría que reflexionar también sobre el control de sus proyectos, su verdadero nivel y la fácil y asequible forma de obtener sexenios o tramos de investigación para todos).

El fraude de la investigación en España es grave. Además de financiar proyectos de supuestos grupos sobre temas ya estudiados, a las universidades se las evalúa y a los profesores se le añaden puntos en su promoción profesional por el número de los proyectos de investigación obtenidos y las cantidades financiadas retroalimentando el fraude. Importan las cantidades, no la calidad de los resultados. Y también se evalúa a universidades y profesores por el número de tesis dirigidas; así que ya no importa si están plagiadas, o son un centrifugado de Google o de miles de documentos de la red; cuantas más mejor. Todos sabemos lo que hacen los miembros de los tribunales, nadie quiere problemas; es un acto social y unos puntos más para la hucha de la evaluación positiva en las futuras promociones o para quitarse carga docente. Y una tesis más para las estadísticas españolas y el equipo rectoral agradecido.

Muchos compañeros estiman que publicar es investigar. La investigación requiere transmitir a la comunidad científica y a la sociedad y, por tanto, requiere publicar por los cauces adecuados, pero no todo lo que se publica es investigación. Con toda seguridad, nunca se había publicado tanto y con tanta facilidad en las ciencias sociales y jurídicas. Pero también sabemos que trabajos de innovación hay pocos. Publicamos porque con frecuencia la sociedad (las administraciones públicas, las empresas, etc.) requieren nuestros conocimientos y su sistematización. Pero no es investigación. Aportar ideas nuevas o enfoques originales no es fácil ni se llega a ello todos los días? Todos publicamos más que investigamos.

Es más, se publica tanto en los últimos tiempos porque los sistemas de evaluación de la Aneca y de las anequitas regionales son tan perversos que, de nuevo, sólo les interesa la cantidad de tesis, el número de proyectos financiados y el número de publicaciones y no los contenidos? Incluso demostrando que el mismo trabajo, sólo que con distinto título y párrafo de inicio -por si piden fotocopia de la primera página-, estaba incluido varias veces, valoran positivamente cada uno de ellos. Los profesores ya se saben la trampa y un mismo trabajo lo publican varias veces, con títulos distintos, en libros colectivos o en diversas revistas o, eso sí, indexadas -que es cumplir unos meros formalismos en la gran mayoría de las revistas- como exigen las burocracias educativas boloñesas. A nadie debe extrañar que nuestras universidades ocupen lugares muy bajos en la valoración europea y mundial.

En España, a los docentes y a las universidades se les evalúa por acumulación y por indicios externos… Sin leer los contenidos. Como el hidalgo de El Buscón, con el palillo en la boca para aparentar que había comido carne. La investigación no interesa en España. Sólo las apariencias y gastar y gastar en una economía tambaleante (aunque no por causa de la no política de investigación). No estoy en condiciones de saber si España necesita asignar más recursos en investigación; pero sé que no hay buenas prácticas que seleccionen proyectos sobre problemas nuevos, desconocidos, y que requieran soluciones nuevas. Hay despilfarro, con o sin crisis económica. Como siempre, haciendo amigos.

Araceli Mangas Martín.

Más información:

Enlace al artículo en El Mundo

Segundo borrador de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI) [pdf]

Ley Orgánica de Universidades de 2001  y modificación de 2007


Un vistazo al laboratorio de mecánica de suelos de Karl Terzaghi en 1935

Dicen que el hambre agudiza el ingenio, que la necesidad es la madre de la invención y que en tiempo de guerra todo hoyo es trinchera (claro que también decían que la vivienda nunca bajaría y que alquilar era tirar el dinero). Dichos aparte, algo de cierto hay en que la necesidad aviva el ingenio. En la imagen se puede ver el laboratorio de mecánica de suelos de Karl Terzaghi en el Technische Hochschule de Viena, preparado por el propio Arthur Casagrande un año antes del primer Congreso de Mecánica de Suelos e Ingeniería de Cimentaciones, celebrado en Harvard en junio de 1936.

Laboratorio de mecánica de suelos de Karl Terzaghi en 1935

Poco tiempo después, tras una confusa discusión con Albert Speer y el propio Adolf Hitler sobre la cimentación de los nuevos edificios del Tercer Reich, Terzaghi decidió hacer las maletas y asentarse definitivamente en Harvard [aunque esa es su versión, claro, según otros esa discusión nunca tuvo lugar, sólo lo dijo por presumir y si se marchó fue para olvidar el «escándalo Fillunger», mayormente].

Es increíble que esta gente, con cuatro aparatos primitivos, casi prototipos, fuera capaz de entender el comportamiento del suelo y hoy en día, 75 años después, cuando cualquier laboratorio comercial de geotecnia está muchísimo mejor equipado, algunos no sean capaces de hacer bien un simple edómetro.

Y es que, como diría un actor porno, no basta con tener el equipo, también hay que saber usarlo.

La foto está sacada de aquí

VII Simposio Nacional sobre Taludes y Laderas Inestables de Barcelona. Octubre 2009

Con cierto retraso, voy a escribir algo sobre el VII Simposio Nacional sobre Taludes y Laderas Inestables que se celebró hace unos días en Barcelona.

En primer lugar he de decir que llegué tarde, obligaciones laborales me retuvieron en Valencia hasta última hora del martes, así que no puedo opinar sobre lo que ocurrió el primer día (por lo menos, no de primera mano).

En segundo lugar diré que, nada más llegar, todo el mundo parecía tener la misma pregunta preparada «¿tío, has visto a las azafatas…?»

… la insistencia parecía exagerada, pero no lo era, llamaban la atención, hay que reconocerlo, tanto que consiguieron el efecto contrario al buscado, porque ni Dios se acercaba a aquel stand, ¿traumas de juventud con chicas guapas?, ¿venustrafobia?, ¿caliginefobia?… seguramente.

Por cierto, hablando de stands de publicidad, faltaba una empresa, Tubosider, ¿por qué no puso un stand? A saber, sus dos técnicos desplazados al evento, muy discretos ellos, no quisieron contestar, pero desde GeoTalud, off the record, me dieron algunas razones muy interesantes.

El recinto fue muy correcto, ni el excesivo Palacio de Congresos de Valencia de la VI Edición ni el jaleo de salas de la V Edición en Madrid. Las dos salas estaban bastante próximas y se podía entrar y salir sin molestar (es inevitable, lo programen como lo programen, cuando hay dos sesiones simultáneas siempre coinciden las presentaciones que quieres ver).

En el tema de las comidas hubo división de opiniones, unos dijeron que eran escasas por el carácter catalán, tradicionalmente derrochador, otros que así era mejor porque con la tripa llena no era cómodo sentarse a escuchar sesudas presentaciones, me adhiero a la segunda opción (bromas aparte, todo fue perfecto).

Eso si, había que comer de pie, no había sillas, ¿para evitar la tertulia después de comer? Supongo que si, porque tampoco hubo café (tuvimos que acercarnos a la cafetería por nuestra cuenta). Los plazos eran muy ajustados y había que mantener la organización pero hay gente que no lleva bien eso de comer de pie, contratistas y gente de la administración, sobre todo, acostumbrados a otro tipo de trato.

En cuanto a los cotilleos durante las comidas, destacaron la crisis (como no), el túnel bajo la Sagrada Familia, y también el reciente doctorado del webmaster del Foro de Ingeniería Geológica, al que aprovecho para volver a dar la enhorabuena desde aquí.

Centrándome ya en las exposiciones, podemos hablar de forma y de contenido:

En cuanto a la forma, hubo de todo. Se nota quién está acostumbrado a dar clase y/o hablar en público y quién no, lo cual no implica ser buen orador (que cantidad no siempre implica calidad). También era evidente quién pasaba por esa tensa experiencia por primera vez, doctorandos sobre todo. Tienen todo mi apoyo, he pasado por esa situación y es horrible (en mi caso fue en inglés, para terminar de arreglarlo).

En el aspecto informático, predominio total del Power Point y de sus plantillas por defecto, ni Beamer ni Impress, Microsoft sigue copando el mercado.

En cuanto al contenido de las presentaciones, como era de esperar, mucha variedad, mejores y peores, claras y oscuras, fáciles y complicadas, concisas y difusas… y algunas obtusas, muy obtusas.

Personalmente, hubo unos cuantos artículos que me gustaron bastante y que iré comentando en el blog, también fue agradable comprobar que los temas de monitorización y auscultación de deslizamientos ya no son «esas cosas raras que sólo hacen las universidades«, y que ya empiezan a verse como algo habitual, especialmente mediante Láser Escáner y LIDAR.

La presentación del túnel de cremallera de Núria tuvo su parte divertida cuando, después de justificar la construcción del túnel por las caídas de bloques sobre la vía, terminaron diciendo que, a partir de ahora, la vía se iba a «reciclar» como sendero para excursionistas.

Interesantes, como siempre, los artículos sobre casos reales. Existe cierto prurito a publicar casos reales. En España se despelleja vilmente al que destaca, es un hecho, de ahí que sólo se publiquen éxitos del tipo «mira que listos y buenos somos, y que bien nos sale todo», cuando a veces interesaría tener información del tipo «ojo no hagas esto, que sale mal» pero, bueno, tenemos que conformarnos con lo que hay.

En este sentido destacaría la instructiva comunicación que presentó Aurea Perucho sobre los deslizamientos de la autovía de Málaga, estudiando todas las alternativas posibles y explicando las razones por las que habían escogido una u otra opción.

Por último, no puedo dejar de mencionar las reflexiones con las que cerraron el simposio los organizadores. Jordi Corominas se centró en las cuestiones organizativas, confirmando que habría otra edición del simposio, pero Eduardo Alonso fue más crítico, mucho más.

Cierta persona del comité técnico me decía, posteriormente, que alguna comunicación no cumplía los requisitos pero que, ya se sabe, en estos eventos hay muchos intereses y se deben muchos favores… puede ser, pero la mayor parte de los que estábamos allí asentíamos mientras escuchábamos lo que decía Alonso. En octubre de 2009, seguir diciendo que las cosas se caen porque llueve no es de recibo, que lo digan los periódicos, pues vale, pero en un sitio como el que estábamos, pues no, la verdad.